“Estaba encerrado en mi propia libertad”, historia del marinero que cruzó el Atlántico para ver a su papá

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Juan Manuel Ballestero arrancó una aventura por el Atlántico días después que su natal Argentina cerró fronteras por la propagación del Coronavirus COVID-19.

Él salió desde la isla portuguesa Porto Santo, azotado por la ilusión de ver a su padre de 90 años y ante la imposibilidad de tomar un avión, decidió subir velas y embarcarse en su velero de unos nueve metros.

«La idea de pasar lo que él pensaba que podría ser “el fin del mundo” lejos de su familia, especialmente de su padre, que pronto cumpliría 90 años, era insoportable», señala The New York Times.

Cuando el marinero de 47 años partió de Portugal, las autoridades le advirtieron que ante algún posible problema podrían negarle la entrada. Eso no apaciguó su deseo y se marchó.

“Me compré un ticket de ida y no había vuelta atrás”, expresó.

 

Ballestero, a la izquierda, con su hermano y su padre, quien cumplió 90 años mientras su hijo estaba de viaje. Foto: Juan Manuel Ballestero

 

Con enlatados, frutas y arroz, Ballestero zarpó y luego de tres semanas las autoridades de Cabo Verde le negaron la entrada para reabastecerse y eso lo obligó a tener que improvisar, y dirigirse hacia el oeste.

«Con menos combustible del que esperaba, estaría más a merced de los vientos», agrega el diario estadounidense en su publicación.

Conforme los días avanzaban el ánimo se desabastecía y aunque está entre barcos y mares desde los tres años, Ballestero confesó sentirse desolado y desanimado en el medio de lo que catalogó la aventura de su vida.

El argentino contó que cuando cumplió 18 años consiguió trabajo en un barco de pesca en La Patagonia y fue entonces cuando uno de los pescadores más experimentados a bordo le aconsejó.

-Andate a ver el mundo-, le dijo. Y obedientemente él lo hizo.

 

Ballestero bautizó a su bote por un ave marina, el skúa, uno de los cuales lo visitó durante el viaje. Foto: Juan Manuel Ballestero

 

Según el NY Times, Ballestero atracó en puertos de todo el planeta, pasando por Venezuela, Sri Lanka, Bali, Hawái, Costa Rica, Brasil, Alaska y España.

Su oficio lo ha llevado a ser el capitán al mando de barcos de adinerados europeos que quieren viajar durante el verano, también laboró para organizaciones que etiquetan especies marinas.

“Nunca iba con miedo, pero sí con mucha incertidumbre”, dijo. “Fue muy raro navegar en una pandemia con la humanidad tambaleando alrededor mío”; apuntó el diario neoyorquino.

Su compañía fueron las noticias de la noche, durante 30 minutos escuchaba cómo el Coronavirus COVID-19 iba apoderándose del planeta, también lo acompañó una manada de delfines por unos 3000 kilómetros y un día un pájaro Skúa le hizo creer que le echó porras y le pedía segir.

«Se iban y venía (los delfines). Y un día vinieron como a despedirse», relató.

 

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Antes de esas visitas inesperadas, el marinero se sentía náufrago de sentimientos premonitorios sobre el destino.

Una noche decidió tomarse una botella Whisky y eso solo funcionó para encender la ansiedad, en esa soledad ansiosa su refugio fue entablar un pacto con la fe y dice que comenzó a restablecer su relación con Dios.

El sentimiento le reprimía y los pensamientos lo ahogaban.

“Estaba encerrado en mi propia libertad”, recordó.

En la recta final de su trayecto, a unos 240 kilómetros de Vitória, en Brasil; una ola lo impactó y tuvo que dirigirse al puerto de esa ciudad costera. La situación le sumó diez días a un viaje previsto de 75.

 

Ballestero habla con su padre, excapitán de pesqueros que llevó a su hijo al mar desde los tres años. Diego Izquierdo/Telam vía Agence France-Presse — Getty Images

 

Cuando llegó a Brasil se enteró que su hermano contó a reporteros argentinos sobre la travesía que él emprendió y decidió datar la recta final en una cuenta de Instagram llamada @skuanavega -su barco, un Ohlson 29 se llama Skúa, como el pájaro de las porras- y cuando el 17 de junio llegó a su natal Mar de Plata fue recibido como un héroe.

“Entrar por mi puerto, donde mi padre tenía su velero, donde él me enseñó muchas cosas y donde aprendí a navegar y donde todo se originó, me dio el sabor de la misión cumplida”, contó.

Al arribar, un médico le hizo la prueba para determinar si tenía COVID-19 y luego de 72 horas cuando salió negativa logró encontrarse con su padre. Uno de los motores fundamentales que lo llevó a hacer la travesía.

¡Misión Cumplida! La fe cruza océanos, compartió en una fotografía de Instagram el 20 de junio junto a su padre y hermano.